
El empleo precario a toda máquina mientras el miedo y la
resignación hacen amistad
El empleo es otro de los asuntos donde la vida real y los números del gobierno difieren de un modo claro.
Para los datos oficiales este país va a toda máquina, creando empleo y, por tanto, bienestar entre sus súbditos.
Sin embargo, la realidad cotidiana es que la emigración continúa, que cuando alguien es llamado para un empleo, éste resulta ser más que temporal, precario, a veces de unas horas al día para cubrir un hueco, sin convenio ni nada que se le parezca y con el salario mínimo como listón casi inalcanzable.
Nadie puede dudar que hay empleos de 500 ó 600 euros al mes por un montón de horas a día. Una lectora nos enviaba un comentario donde informaba que la empresa donde trabajaba en Castellón la echó tras 12 años, y que su lugar fue cubierto por dos jóvenes con horario cortado y que la suma de lo retribuido por esas dos personas era poco más de la mitad de lo que ella ganaba.
Es decir, oficialmente se ha creado un empleo pero la calidad del mismo es paupérrimo. Para colmo, la mayoría de estos trabajadores no ven en los sindicatos una herramienta de lucha colectiva y ni se les pasa por la cabeza afiliarse. Los que hay aún afiliados, en muchas ocasiones, se quejan de que pagar los 10 euros al mes es un sinsentido (¡y eso que desgrava a Hacienda). Es como si hubiere barra libre para la explotación, la precariedad y la resignación.
Las estadísticas tienen la función de crear una realidad virtual para tranquilizar y adormecer el posible descontento, sabedoras que los sindicatos mayoritarios tienen perdida la capacidad de movilización y que los jóvenes viven ajenos a la lucha de clases y asumiendo que ganar 1.000 euros es para privilegiados.
El “esto es lo que hay” es ya ideología.