Manteros, kellys, riders… La nueva ola de sindicatos para la economía del futuro

Manteros, kellys, riders… La nueva ola de sindicatos para la economía del futuro

Donde los sindicatos clásicos no han sabido llegar, los trabajadores han encontrado una salida en las organizaciones independientes

«Estamos limpiando la habitación de Manuel Bartual por 1,50 euros la hora». El tuit es de Las Kellys (Las que limpian), las camareras de pisos organizadas para hacer frente a su precaria situación laboral.

Aprovechando la repercusión en Twitter del relato ficticio del creador de cómics, Las Kellys decidieron crear su propia novela a través de las redes a imitación de Bartual. La diferencia con el historietista es que su testimonio tiene poco de ficción.

No era la primera vez en que las redes sociales servían como plataforma para reivindicar derechos laborales. Otro ejemplo lo vimos hace poco con el vídeo que colgaron las trabajadoras de Tommy Mel’s para denunciar que no habían cobrado su última nómina y seguían trabajando. El vídeo consiguió 18.000 reproducciones. A las chicas las despidieron.

La novedad no solo radica en la vía de denuncia. También en la forma de organizarse. Ahora son los propios trabajadores quienes, asociados de forma independiente y al margen de las grandes instituciones del sindicalismo, defienden y pelean sus condiciones laborales.

Manteros, kellys, trabajadoras sexuales, repartidores de Deliveroo o músicos son algunos de los gremios que están repensando mecanismos de defensa contra condiciones laborales irregulares.

De las trabajadoras sexuales a Las Kellys: asociacionismo femenino

Ya en los años ochenta, las trabajadoras sexuales reivindicaban un sindicato propio para ser reconocidas como profesionales autónomas y su derecho a estar afiliadas a la Seguridad Social.En marzo de 2015 apareció el primer lobby de trabajadoras sexuales en Barcelona. Aunque sus derechos están lejos de asemejarse al de países como Holanda, su mensaje lo dejaban muy claro: «A partir de ahora las putas estamos organizadas, convencidas, luchadoras y en pie de guerra», decía Paula Vip, portavoz de uno de los más de diez colectivos que confroman el lobby.

Las Kellys también surgieron de un asociacionismo femenino espontáneo. «Empezó a gestarse un sentimiento de comunidad porque veíamos que la precariedad de nuestras condiciones se repetía en todo el país, no era un caso aislado», explica Isabel, una de las portavoces de las Kellys en Barcelona.

«Podemos cobrar 2 euros por limpiar una habitación. Tenemos contratos de papel mojado que marcan unas horas de trabajo al día que no se cumplen porque la carga de trabajo es inmensa y terminamos haciendo horas extras que nunca se pagan», sostiene Isabel, una de las portavoces de Kellys Barcelona

Las camareras de piso se enfrentan al gigante de las subcontratas. En el papel se caracterizan como empresas externas que «suministran» mano de obra. En la práctica implica un desamparo laboral donde se ven obligadas a encadenar trabajos temporales bajo condiciones precarias. «Podemos cobrar 2 euros por limpiar una habitación. Tenemos contratos de papel mojado que marcan unas horas de trabajo al día que no se cumplen porque la carga de trabajo es inmensa y terminamos haciendo horas extras que nunca se pagan», sostiene Isabel.

 

Getty

La gran contradicción es que son los directores de los hoteles quienes fijan su jornada laboral. Les adjudican un número de habitaciones que deben realizar según el contrato estipulado por la empresa externa. Nunca se cumple. Además, la gran mayoría de las empresas les ha bajado de categoría. «Ahora en nuestros contratos somos limpiadoras, no somos camareras de piso. Otro retroceso más en nuestros derechos laborales».

Las consecuencias no son solo económicas. La actividad física a la que se ven expuestas es muy intensa. La gran mayoría padece problemas de salud como artrosis, dolores crónicos de espalda y problemas digestivos, ya que no tienen muchas veces ni 30 minutos para comer. A eso se suma la nula conciliación. Todo un cúmulo de circunstancias que llevó a las Kellys a unirse para visibilizar su situación.

Las subcontratas y la cesión ilegal de trabajadores sin derechos

En un primer momento lo hicieron de la mano de los sindicatos clásicos, pero dicen haberse visto utilizadas para las campañas electorales. «Hemos visto —dicen Las Kellys— cómo hablan en nuestro nombre, sin exponer nuestras reivindicaciones y cómo organizan charlas sin que estemos presentes». El mayor distaciamiento vino hace apenas unas semanas con la aprobación del nuevo convenio de hostelería en Alicante.

«Lo que nos dicen los sindicatos es que esto es lo que hay y que están peleando para mejorar las condiciones dentro de esta realidad irreversible», dice Isabel. Se refiere al convenio que tiene previsto firmarse el próximo 6 de septiembre en Cataluña y que afectará a medio millón de trabajadores que dependen de la hostelería, tan solo en Cataluña.

El convenio que defienden los sindicatos de UGT y Comisiones Obreras pretende «maquillar» la externalización. Propone una equiparación de salarios, es decir, que los trabajadores externos y los de plantilla cobren lo mismo. El problema es que no ataca el verdadero problema: la externalización, que implica una pérdida de derechos con respecto a los trabajadores en plantilla.

Se trata de una situación similar a la que se enfrentan los trabajadores de seguridad del aeropuerto de Barcelona. Aena le otorgó a la empresa Eulen la concesión del servicio de seguridad, pero en lugar de tener en cuenta las condiciones técnicas y económicas, los trabajadores aseguran que Aena optó por el mejor postor. La entrada de Eulen supuso una rebaja salarial de hasta casi 300 euros y la eliminación de los pluses. Por eso los trabajadores se organizaron también de forma independiente.

«La cesión de trabajadores tal y cómo se está llevando a cabo con nosotras, sin derechos, es un delito tipificado en el Código Penal y está multado con pena de cárcel»

Las Kellys aseguran que no van a aceptar el convenio. «La cesión de trabajadores tal y cómo se está llevando a cabo con nosotras, sin derechos, es un delito tipificado en el Código Penal y está multado con pena de cárcel», dice la portavoz. De momento y hasta que llegue el 6 de septiembre ellas ya han creado su propia ley. La Ley Kelly consiste en una erradicación real del problema que sanciona la externalización ilegal de trabajadores.

De Deliveroo al sindicato de manteros

Los falsos autónomos son otra cara del mercado laboral precario. Si bien se trata de una figura muy presente en distintos gremios, los pioneros en sacarlo a la luz y organizarse han sido los trabajadores de Deliveroo.

«Para poder ganar 1.000 euros al mes tendríamos que hacer 40 horas semanales y Deliveroo no nos asegura ni tan solo 20»,asegura Oriol, uno de los portavoces de la Plataforma que fue despido el pasado 8 de agosto por negarse a firmar el nuevo contrato

Los conocidos como «riders», repartidores de comida a domicilio que hacen sus entregas en bicicleta o moto, se unieron este año en Barcelona para denunciar una situación que los sindicatos clásicos no han sabido gestionar. «Las cuotas de autónomo en España siguen siendo inasumibles y más cuando tus contratos son por unas pocas horas a la semana», explica Oriol, que forma parte de la Plataforma Riders Por los Derechos de Barcelona y que fue despedido el pasado día 8 por negarse a firmar el nuevo contrato de colaboración que le ofrecía Deliveroo. Junto a él, otros 30 trabajadores también se han ido a la calle.

En Barcelona hay unos 230 riders. La cifra aumenta a casi 1.000 en todo el país. Trabajadores de Glovo o Stuart se les han unido. El pasado mes de junio, alrededor de 200 trabajadores de Deliveroo iniciaron la primera huelga en Barcelona para exigir un contrato mínimo de 20 horas semanales. «Para poder ganar 1.000 euros al mes tendríamos que hacer 40 horas semanales y Deliveroo no nos asegura ni 20», asegura Oriol. La empresa se negaba a reunirse con ellos, así que se organizaron y bajo el asesoramiento de la IAC (Intersindical Alternativa de Catalunya) montaron su propio sindicato.

Tras reunirse con el Ayuntamiento de Barcelona y la Consejería de Trabajo, la empresa accedió a reunirse con la condición de que hubiese un representante de UGT. La reunión no llegó a celebrarse y Deliveroo les ofreció firmar un nuevo contrato. Ahora, les ofrece cobrar por pedidos (4 euros) y no por horas. Afirman también no contar con ningún tipo de seguridad laboral, y eso teniendo en cuenta que los trabajadores tienen mayor riesgo de sufrir un accidente de tráfico.

«Si un policía te pilla en la calle vendiendo te abren un expediente con antecedentes. Ese mismo hecho lo utilizan después para ponernos trabas a la hora de trabajar ya que, aunque cumplamos con el tiempo de residencia, no nos dan los papeles para trabajar y terminamos volviendo a vender en la calle», asegura Aziz, uno de los integrantes del Sindicato Top Manta.

«Antes cobrábamos 8 euros la hora, incluso aunque se cancelara el pedido. Ahora prentenden pagarnos por pedido que es otra forma de sancionar porque si quieren no te llaman para ir a trabajar». De momento, Oriol y el resto de sus compañeros despedidos demandarán a la empresa por despido nulo. «Nos despidieron siendo parte del sindicato y por negarnos a firmar un contrato que no aceptábamos», concluye.

Los manteros constituyen otro de los gremios que ha recurrido a la unión independiente. En su caso el trabajo es doble ya que no solo reclaman una mejora de sus derechos laborales, sino que piden el más esencial de todos: un permiso para poder trabajar. La situación de ilegalidad a la que muchos se enfrentan al llegar les lleva a vender en las calles. Los denominados como manteros se enfrentan a una serie de trabas burocráticas que les imposibilita contar con un permiso de trabajo.

 

Daniel Lobo/Flickr

«Si un policía te pilla en la calle vendiendo te abren un expediente con antecedentes. Ese mismo hecho lo utilizan después para ponernos trabas a la hora de trabajar ya que, aunque cumplamos con el tiempo de residencia, no nos dan los papeles para trabajar y terminamos volviendo a vender en la calle», asegura Aziz, uno de los integrantes del Sindicato Top Manta.

El Sindicato se formó por el hastío y el desamparo de los más de 500 manteros que existen, tan solo, en Barcelona. El Ayuntamiento les aseguró puestos de trabajo como chatarreros o en Mercabarna. «No hay más de una decena de compañeros que hayan conseguido trabajos. Además, nosotros tenemos profesiones, tenemos cultura. Vendemos en la calle porque es la única salida a robar o a vender drogas, pero nosotros estamos dispuestos a trabajar y a pagar nuestros impuestos», mantiene.

Hace apenas un mes sacaron su propia marca: Top Manta. Su presentación fue todo un éxito y ahora su página web se llena de pedidos. «Esperamos poder vender nuestra marca a través de internet y con el tiempo montar nuestras propias tiendas para dar salida a quienes están en una situación más vulnerable», concluye Aziz.

«El sindicato de músicos llega con 30 años de retraso»

David Aristegui es licenciado en Bioquímicas. Ha trabajado gran parte de su vida como informático y ahora también se ha adentrado en el periodismo y la organización sindical. Aristegui es una de las caras más visibles del Sindicato de Músicos, la Unión Estatal de Sindicatos de Músicos, Intérpretes y Compositoras.

La música le viene de familia; la escritura por vocación y el sindicalismo por reivindicación. «Los músicos llegamos con 30 años de retraso con respecto a la Unión de Actores y Actrices», explica Aristegui.Músicos y artistas se enfrentan a una triple batalla: los derechos de autor, la figura de los falsos autónomos y las falsas cooperativas de autónomos. Estás últimas están en el punto de mira del Ministerio de Empleo que ya obligó a Factoo a echar el cierre la semana pasada.

Entre las principales demandas del sindicato figura una regulación del sector. «En España, la gran mayoría de los músicos y artistas no puede vivir solo de su profesión. Tiene que compaginarla con otros trabajos para poder vivir. Si además le añades que no se les da de alta en el Régimen Especial de Artistas lo que te encuentras es un gremio copado de falsos autónomos sin ningún tipo de cobertura de riesgos», asegura. El propio Ayuntamiento de Madrid también lo ha permitido. «En el Matadero (Centro de Creación Contemporánea) se niegan a contratar laboralmente a los músicos y los derivan a falsas cooperativas de autónomos», dice Aristegui.

En España, la gran mayoría de los músicos y artistas no puede vivir solo de su profesión. Tiene que compaginarla con otros trabajos para poder vivir. Si además le añades que no se les da de alta en el Régimen Especial de Artistas lo que te encuentras es un gremio copado de falsos autónomos sin ningún tipo de cobertura de riesgos», asegura Aristegui, una de las caras más visibles del Sindicato de Músicos

Aristegui recuerda la muerte del acróbata Pedro Aunión Monroy en el festival Mad Cool en Madrid. También el incendio en Barcelona del Tomorrowland, que podría haber terminado en una verdadera tragedia. Los excesos de aforo, l as condiciones precarias de los músicos en los festivales o la prevención de los riesgos laborales son algunos de los puntos que el sindicato ha incluído en su Manual de Buenas Prácticas, donde también participan el resto de sindicatos de músicos de Valencia (Simund) y Cataluña (Smac). De momento, el Ayuntamiento de Caldes en Barcelona ha sido el primero en llevarlo al pleno de la mano del partido político de las CUP.

Aristegui justifica la tardanza de un sindicato de músicos a una mezcla de factores que también podrían interpretarse en los casos anteriormente mencionados: coinciden aquí la falta de organización de los propios trabajadores, que muchas veces ni siquiera conocen sus propios convenios ni derechos; el salto generacional y las bajas cuotas de afiliados. Pero también la crisis de confianza que atraviesan los sindicatos más clásicos a los que se relaciona más el sindicalismo institucional, muchas veces ligado a las propias instituciones públicas, y no tanto a nivel personal, algo que si prevalece en la organización de los propios trabajadores.

 

Mario V/Flickr

«Además, muchos trabajadores están convencidos de que ellos mismos van a pelear hasta conseguir cambiar la situación que les afecta, algo que en el caso de los sindicatos muchas veces se ha puesto en duda».

El bioquímico asegura que los nuevos sindicalismos no tienen nada de nuevo. « Son trabajadores que se unen muchas veces guiados o aconsejados por sindicatos minoritarios que les dan las herramientas necesarias para organizarse y para liderar su propia lucha. La figura podrá ser nueva, porque también los son muchos gremios, pero la forma de actuar es la misma que han tenido los sindicatos más clásicos».

Aristegui habla de continuidad y no de ruptura. «Son colectivos que se organizan y que también comparten luchas. Hay una mayor colaboración y coordinación entre ellos porque las líneas, muchas veces, se desdibujan. Movimientos al margen de los sindicatos los ha habido siempre, es algo recurrente que no va a dejar de existir, pero los tiempos cambian y también lo hacen sus protagonistas y hay que saber adaptarse», concluye.

 

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