La Cura para Gilead
Gilead tiene la cura para la hepatitis C (HCV) conocida como Sofosbuvir, que se toma sola o en combinación con otras medicinas. Ahora necesitamos una cura para Gilead. Presionando a la compañía para que haga las terapias basadas en Sofosbuvir accesibles a todos los que las necesitan, puede acabarse con la epidemia de Hepatitis C en América y en todo el mundo. Las vidas de 5 millones de americanos infectados de HCV y de los 160 millones de personas que se estima que están infectados a nivel global están en juego.
Deberíamos obligar a Gilead a cumplir un simple principio: asegúrense de que todo el que necesita Sofosbuvir o una terapia que lo incluya en combinación con otras medicinas pueda conseguirla a un precio asequible. Gilead debería ser declarada responsable, moral y legalmente, de todas las dolencias y muertes ocurridas como consecuencia de su inaceptable política de precios. A pesar de tener beneficios récord, Gilead continúa manteniendo el precio de Sofosbuvir tan por encima de su modesto coste de producción que millones de personas infectadas por HCV son incapaces de acceder al tratamiento que necesitan.
Dicho de otro modo, si Gilead va a ser un monopolista protegido por una patente con derechos de exclusividad en la comercialización del Sofosbuvir hasta 2029, debería cuanto menos un “monopolista diferenciador” para asegurar el acceso a medicinas que salvan vidas. Si Gilead cobra altos precios monopolistas a aquellos que pueden pagarlos, debe ofrecer descuentos suficientes a quienes no pueden afrontar los precios más altos y no están cubiertos por programas gubernamentales que puedan asumir la diferencia. Por supuesto, Gilead no debería abusar de los contribuyentes a través de precios superaltos facturados a Medicare y Medicaid (los sistemas de sanidad publica de EEUU).
Tampoco está pagando Gilead su parte de impuestos sobre beneficios de Sofosbuvir o Harvoni (Sofosbuvir mejorado) (ver aquí: http://www.fiercepharma.com/story/gilead-looks-overseas-guard-profits-hep-c-blockbuster-sovaldi/2015-02-27). Llamativamente (o quizá no tan llamativamente en nuestra altamente corrupta república) se dice que Gilead obtiene sus beneficios en Irlanda, basándose en la absurda ficción legal de que la propiedad intelectual de esta medicina radica allí. Por supuesto, lo único radicado en Irlanda son los bajos impuestos; no hay nada de la creación intelectual de los productos.
Lo esencial debe ser la accesibilidad. Los derechos de patente de Gilead no deben ser formulados como el derecho a dejar a millones sufrir o morir de una enfermedad para la que existe una cura de bajo coste. Abusando así de los pacientes, Gilead y el sistema político norteamericanoestadounidense han convertido el uso adecuado de las patentes (como una importante herramienta de incentivación del I +D) en una auténtica arma de matar, lo cual nunca debe llegar a ser aceptable en una sociedad sana.
Gilead ya conoce el principio de accesibilidad por sus medicinas contra el HIV. Cobra altos precios por medicinas antirretrovirales en EEUU cuando los pacientes pueden pagarlos o los programas estatales o federales los cubren, pero ofrece precios reducidos en las antirretrovirales a países con pocos ingresos. Este “mercado segmentado” ha ayudado a 15 millones de infectados por HIV a recibir tratamiento antirretrovirales. Si estos pacientes (o el Fondo Mundial para la Lucha contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria en su nombre) hubieran sido obligados a pagar el precio de catálogo estarían muriendo o muertos. Aun así, Gilead recorta costes y recorta vidas; deniega el acceso a los bajos precios a países “emergentes” con ingresos medios, por lo tanto limitando el acceso a mucha gente que sufrirá y morirá en consecuencia.
El problema con el Sofosbuvir es que Gilead actualmente está dejando morir a millones tanto en EEUU como en otros países. Más que ser un monopolio discriminador, está siendo un cruel mero monopolista. Ha fijado un extravagante precio para el Sofosbuvir de 84.000$ por doce semanas de tratamiento, o sea, un asombroso precio de 1.000$ por pastilla diaria. El Harvoni tiene un precio de 94.500$. Estos precios deberían compararse con el precio real de producción del Sofosbuvir, que se estima que está en torno a 100$, o 1$ por pastilla. Los programas sufragados por el gobierno, principalmente Medicare y Medicaid, están cubriendo probablemente más de la mitad de las ventas de Gilead a estos astronómicos precios. Gilead se está enriqueciendo a base de abusar del contribuyente.
Gilead está ofreciendo descuentos a algunos gobiernos y aseguradoras privadas, pero estos descuentos son limitados, en general sobre el 50%, por lo tanto dejando el precio en un desmesurado 40.000$ o cerca. Gilead ha elegido ignorar las consecuencias mortales para aquellos que no pueden pagar decenas de miles de dólares por el tratamiento. Gilead sabe muy bien que está dejando a un enorme número sufrir y morir como consecuencia, pero ha elegido hacerlo así para maximizar sus beneficios y la riqueza de su Consejero Delegado y de su equipo de dirección. También está probablemente preocupado porque descuentos mayores a compradores no gubernamentales afecten la resolución de Medicare y Medicaid de resistir los extravagantes precios de Gilead para las medicinas de programas oficiales.
Las historias personales y los informes de investigaciones llegados de fuera y que inundan EEUU son indignantes y deplorables para una sociedad que cree ser civilizada. Debido al coste de la medicina, miles y miles de americanos infectados con HCV son apartados del tratamiento, y sus médicos y aseguradores les instan a esperar hasta que sus hígados estén aún más enfermos. Ellos viven con sufrimiento, desconcierto y riesgo de una muerte acelerada, no sólo por daños en el hígado sino también por enfermedades no hepáticas, incluyendo insuficiencia respiratoria y enfermedad cardíaca. La epidemia de HCV en EEUU está propagándose fuera de control en ciertas comunidades. Algunas aseguradoras están denegando cobertura incluso a pacientes con enfermedad hepática avanzada, sentenciándoles no a una innecesaria y prolongada enfermedad, sino a la muerte. Un estudio académico de la denegación del acceso ha sido recientemente publicado y puede encontrarse aquí: http://annals.org/article.aspx?articleid=2362306&resultClick=3
La falta de una garantía de acceso al Sofosbuvir por parte de Gilead es especialmente indignante teniendo en cuenta cuánto dinero está haciendo la empresa con este medicamento. Gilead adquirió la patente para el Sofosbuvir por 11.000.000.000$ a finales de 2011, pagó por las pruebas en Fase 3, y puso la medicina a la venta al final de 2013 inmediatamente después de su aprobación por la FDA (Agencia Federal de Medicamentos). En 2014 Gilead sumó unas ventas de unos 12.400.000.000$ por el Sofosbuvir (comercializado bajo el nombre de Sovaldi) y una combinación basada en el Sofosbuvir (vendida bajo el nombre comercial de Harvoni), teniendo tras ello unos importantes beneficios de 4.600.000.000$ por el Sovaldi y el Harvoni en el primer trimestre de 2015.
De este modo, Gilead ha obtenido unos ingresos de unos 17.000.000.000$ en sólo 15 meses de ventas. Con los costes de producción claramente por debajo de los 1.500.000.000$ en dicho periodo, los beneficios netos de Gilead han estado por encima de los 11.000.000.000$, considerando I+D, costes de marketing y costes legales. En otras palabras, Gilead recuperó sus 11.000.000.000$ de inversión en menos de 15 meses y está en posición de hacer una fortuna en los próximos años. El precio de sus acciones, con un ascenso meteórico, ha hecho a su Consejero Delegado, John Martin, un milmillonario.
Mientras en torno a 170.000 personas han sido tratadas con Sovaldi y Harvoni hasta la fecha, son sobre el 1 por mil de todos los infectados por HCV a nivel global. En resumen, Gilead está haciendo una fortuna con el precio astronómico del Sofosbuvir, que mantiene el medicamento fuera del alcance de la mayoría de los que lo necesitan.
Existen por lo menos tres vías directas para exigir responsabilidades a Gilead. La primera es a través de la legislación. Gilead y otras farmacéuticas con patentes de las que depende la vida o la muerte deberían ser obligadas por el Congreso a fijar programas de precios que aseguren el acceso a medicinas que salvan vidas y que están bajo su control exclusivo. Si no lo hacen así, las patentes deberán estar sujetas a licencias obligatorias para productores de genéricos que pondrán el producto a disposición de la población. La segunda es a través de los juzgados; los pacientes a lo que se ha denegado el acceso al tratamiento por todo el país deberían denunciar a Gilead por imprudencia temeraria. Demostrando la diferencia entre el precio de mercado y el coste de producción, muchos de los demandantes tendrían buenas expectativas de ganar. La tercera es a través de la indignación pública y el activismo. Activistas por la salud pública de todo el país deberían documentar las muertes ocurridas a manos de Gilead, como hicieron hace 15 años, cuando el gobierno obligó a Gilead y a otras empresas a rebajar los precios de los medicamentos para el HIV. Cuanto más entienda la población que Gilead ha puesto de manera despiadada sus beneficios por encima de la salud de otras personas, más rápidamente se verá obligada la compañía a rectificar y más vidas serán salvadas.
Traducido por Fernando Burguete para CAS
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