Lo cierto es que desde su irrupción en el escenario político germano, las potencias occidentales consintieron al nazismo con la intención de lanzar su creciente aparato militarista contra la Unión Soviética, el jurado enemigo de clase del capitalismo.
Solo que Adolfo Hitler prefirió golpear primero a sus tibios y solícitos apañadores antes de irrumpir contra el entonces único valladar mundial del socialismo.
La agresión fascista iniciada en 1941 devastó buena parte de la URSS y segó la vida de unos veintisiete millones de soviéticos, el costo humano más alto pagado por pueblo alguno en la contienda, y solo cuando el arrojo generalizado de la nación puso freno a la invasión alemana y comenzó a empujarla de vuelta hacia Occidente, los poderes capitalistas consintieron en aliarse con Moscú para poner fin en conjunto a un enemigo que ya era inadmisible a escala planetaria, a la vez que intentar amputar en lo posible el despliegue del Ejército Rojo.
A pesar de la ya ineludible alianza con Moscú, las potencias capitalistas intentaron no obstante que la URSS sufriera todas las heridas posibles en su lucha contra el nazismo.
La retardada apertura del Segundo Frente europeo hasta 1944 a partir del tan publicitado y exaltado Día D, marcado por el desembarco de los aliados occidentales en las costas francesas, fue solo ejecutada cuando el pujante Ejército Rojo rebasó las fronteras nacionales e irrumpió en el oeste continental con rumbo a Berlín, liberando a su paso a numerosas naciones.
Entonces la premura de Londres y Washington suponía frenar la influencia “comunista” que los combatientes soviéticos “sembraban” entre los pueblos emancipados.
Con todo, fue el Ejército Rojo el que dio el tiro de gracia al régimen nazi al ocupar la capital germana e imponer a los pretendidos “superhombres” de uniforme pardo la rendición incondicional el 9 de mayo de 1945. Como se sabe, Adolfo Hitler sucumbió -se afirma que por propia mano- en su bunker berlinés apenas horas antes de la victoria soviética.
Con toda justicia, la nación que virtualmente demolió la poderosa maquinaria militar nazi mediante una masiva y heroica defensa convertida luego en indetenible y aplastante ofensiva, puso de manifiesto, por encima de limitaciones y excesos, los valores de una nueva sociedad ajena a la explotación de sus semejantes como premisa de su pretendido avance.
Mientras, y aún en medio de su propaganda y métodos distorsionadores, el capitalismo no pudo ocultar que sus egoístas apetencias y contradicciones internas fueron la génesis de la contienda más terrible en la historia de la especie, como parte de sus afanes en constituirse el único poder sobre la Tierra.
De ahí que terminada la Segunda Mundial, no tardaran la Casa Blanca y sus sobrevivientes aliados en soliviantar pactos y entendimientos e implantar la Guerra Fría en la escena global, que colocó al mundo ante el riesgo de una conflagración nuclear, y cuyas destructivas secuelas se extienden hasta este siglo XXI de renovada hostilidad hegemonista.
¿La URSS provocó la II Guerra Mundial? ¿Actuó como los nazis? Te lo aclaramos con hechos en este vídeo
El 9 de mayo se cumplen 75 años de la rendición nazi ante las tropas soviéticas. Una fecha que en Rusia se vive con gran sentimiento y orgullo, a pesar de décadas en las que su papel en la guerra ha sido paulatinamente degradado y hasta equiparado al jugado por el Tercer Reich. En este vídeo te contamos varias de las distorsiones y mitos afianzados que existen al respecto.
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